Un restaurante equilibrado y atractivo.
Por E. Falcón/ Todos Santos
En un entorno gastronómico donde la pretensión se ha convertido en un falso sinónimo de la calidad culinaria, el restaurante Hacienda Guadalupe es como toparte un pozo de agua fresca en uno de esos días del Valle donde la temperatura rebasa los 40 grados Centígrados.
Hay pocos restaurantes, o quizá ningún otro, con una oferta tan amplia como Hacienda Guadalupe: carnes, aves, pescado, postres, su propia línea de vinos y ahora su cerveza artesanal de la casa, una Pale Ale. Y encima de todo, un restaurante de gran nivel que no se ofende al momento de ordenar un platillo especial para el niño. No está de más decir que el mejor servicio al cliente en todo el Valle es el de este restaurante.
El menú es flexible: codorniz del Valle de Guadalupe, un ave emblemática de la región, acompaña a cortes de carne, ceviches con pescado fresco y postres como strudel de manzana y el icónico helado de pirul de la chef Mélchum, que se prepara con el frutillo que encuentra en su jardín, donde además hay hierbas aromáticas como lavanda y té limón, con las que ocasionalmente prepara infusiones para algunos afortunados comensales.
Recomendamos experimentar las magníficas vistas al Valle desde la terraza del restaurante, en particular durante el verano, pero su interior también es abrigador, decorado con un ensamble de casi todas las etiquetas de vinos de la región, los cuales seguramente se convertirán en la excusa para que Hacienda Guadalupe sea el lugar ideal para no perder la costumbre de visitar el Valle, aunque sea en la temporada otoñal e invernal, puesto que es de los pocos lugares del Valle que abre casi todo el año.